El caso Andrew Wakefield y otros fraudes en investigaciones sobre Psicología

Georg Wilhelm Richmann fue un científico ruso del siglo XVIII que murió intentando repetir el famoso experimento de Benjamin Franklin de atraer el rayo a una cometa. Un rayo recorrió la cuerda y lo mató. Murió intentando replicar los resultados de otro científico.

La capacidad de reproducir los resultados de un experimento es un paso clave en el progreso que la ciencia ha hecho desde entonces. Como cualquier estudiante de una carrera de ciencias sabe -y la Psicología no es una excepción- un verdadero científico observa, formula hipótesis, predice y prueba para llegar a una conclusión. Podemos estar seguros de que su conclusión es imparcial y segura, porque cualquiera puede replicarla para ver si contiene errores. Pero

¿Y si nadie se molesta en reproducir una determinada investigación? ¿Podemos confiar en esos estudios?

La carrera profesional de un científico depende de su labor investigadora, la cual a su vez se halla condicionada por factores individuales y sociales. Sus expectativas de trabajo, las posibilidades de promoción o el reconocimiento entre sus homólogos dependen literalmente de que sus trabajos resulten publicados en revistas de prestigio y obtengan un impacto elevado. El reconocimiento al trabajo de un investigador suele resultar en nuevas ofertas de puestos con mayores medios técnicos y económicos, o en invitación a eventos internacionales o participación en comités y consejos editoriales; cuando no -lo que es peor- un condicionante para el mantenimiento del puesto de trabajo. En este ambiente de presión, los principios éticos en ocasiones podrían percibirse como un obstáculo, justificación que han esgrimido algunos investigadores para optar por inventar o copiar los datos de sus estudios en lugar de llevar a cabo un arduo proceso de experimentación.

Por otro lado, la reproducción de los resultados de otros investigadores resulta ser demasiado infrecuente. Algunas voces críticas apuntan que los investigadores estarían mucho más interesados ​​en publicar nuevos resultados porque estos atraerían más fondos.

Todo ello es, desgraciadamente, lo que parece que estuvo detrás de los casos de fraude en la investigación sobre psicología que mostramos a continuación. Los autores de estas fallidas investigaciones científicas prefirieron orientar el trabajo al beneficio personal, en lugar de lo que debería ser el objetivo de todo investigador en este campo: buscar el entendimiento de los fenómenos que rigen las funciones del cerebro y de la mente humana y procurar el desarrollo de soluciones para sus problemas.

Uno de los casos más sonados de estudios retractados en revistas científicas por detección de fraude en su realización o en sus conclusiones, fue el de Andrew Walkfield, médico británico que en 1998 sugirió una relación entre la vacuna triple vírica en niños y la presentación de síntomas de autismo. El de Walkfield ha sido un caso sonado por sus repercusiones a largo plazo, pero no es ni mucho menos único. Vamos a ver otros estudios científicos fraudulentos en ámbitos de la Psicología, que han dado lugar a creencias que en algunos casos se siguen divulgando:

  • Andrew Wakefield: Las vacunas causan autismo

El 6 de febrero de 2010 la prestigiosa revista The Lancet publicó uno de los artículos más bochornosos en sus 187 años de existencia: la retractación del, para entonces desgraciadamente célebre, ensayo de 1998 con el que  Andrew Wakefield y su equipo pretendían demostrar la existencia de una relación entre los síntomas de autismo y la vacuna triple vírica (contra el sarampión, las paperas y la rubéola).

La divulgación de dicho estudio ha producido desde 1998 una caída constante en el número de niños que son vacunados, con el evidente peligro que ello supone, y dado lugar al autodenominado «movimiento antivacunas global», que enfrenta a los seguidores del mismo con la industria farmaceútica -fabricante de las vacunas- y con la profesión médica. Las tasas de vacunación cayeron bruscamente en Gran Bretaña después de la publicación del estudio de Andrew Wakefield, hasta un 80% en 2004. Los casos de sarampión aumentaron considerablemente en los años siguientes. En Estados Unidos, se informaron más casos de sarampión en 2008 que en cualquier otro año desde 1997, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Más del 90% de los infectados no habían sido vacunados.

Sin embargo, quedó demostrado que Andrew Wakefield había recibido una importante suma de dinero por parte de una asociación de niños con autismo, quienes esperaban utilizar dicho estudio como prueba en un juicio contra la compañía productora del fármaco. La mayoría de sus coautores retiraron sus nombres del estudio en 2004 después de enterarse de que había sido pagado por un bufete de abogados que pretendía demandar a los fabricantes de vacunas, un serio conflicto de intereses que Wakefield no reveló. Wakefield fue incapaz de reproducir los resultados de su estudio para hacer frente a las críticas, y otros investigadores nunca han podido replicarlos.

Brian Deer, periodista, comenzó a escribir sobre el tema del autismo para el Sunday Times en 2003, encontrando en siete años de análisis sobre los estudios de A. Wakefield, numerosos indicios de mala praxis que después fueron recopilados en varias publicaciones del British Medical Journal. Por ejemplo, el estudio muestra que de los 12 casos examinados por Wakefield en su artículo, cinco ya mostraban problemas de desarrollo antes de recibir la vacuna MMR y tres en realidad nunca tuvieron autismo. Por otro lado, al parecer Wakefield habría extraído sangre a algunos de los niños que fueron a la fiesta de cumpleaños de su hijo, a cambio de una “recompensa” de cinco libras para cada uno; y también realizó análisis invasivos, dolorosos e innecesarios en niños, incluyendo colonoscopias y punciones lumbares, sin contar con permiso de ningún comité ético ni aún siquiera de los padres, para llevar a cabo tales procedimientos.

En 2010 el Colegio médico británico (General Medical Council) después de una excepcional investigación por su coste y duración -dos años y medio y un millón de libras- emitió un informe de 143 páginas en el que concluyeron que Wakefield mostró en sus investigaciones una “total despreocupación por el sufrimiento de los niños” y había “abusado de su posición de confianza”. Por ello, fue expulsado de la profesión, doce años después de la publicación de su artículo.

Haber sido inhabilitado para ejercer como médico, no ha impedido a Andrew Wakefield llevar a cabo actividad profesional lucrativa relacionada con el autismo. Desde 2005, cuando se trasladó a Estados Unidos, vende productos que supuestamente tratarían el autismo y test genéticos para detectarlos, incluso ha manifestado su intención de crear una universidad virtual con el fin de diseñar nuevos estudios y reclutar investigadores para insistir en sus tesis.

  • Diederik Stapel: Los carnívoros son más agresivos que los vegetarianos

Una de las investigaciones psicosociológicas más conocidas, cuyos resultados han pasado a formar parte de los mitos en la cultura popular que parecen difíciles de erradicar, concluía que quienes se alimentan habitualmente de carne mostraban una conducta más agresiva, egoísta y socialmente desadaptada que los vegetarianos.

El autor de este estudio fue el Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Universidad de Tilburg (sur de Holanda), Diederik Stapel. En otros trabajos para las revistas Science y Ciencias Psicológicas, D. Stapel afirmó respectivamente que en un ambiente de basura, las personas son más propensas a ser racistas; y que las posiciones de poder en los entornos de trabajo aumentan las tasas de infidelidad entre hombres y mujeres.

En septiembre de 2011, el especialista en psicología social, profesor y psicólogo fue cesado en sus funciones, después de que un informe interno de la universidad pusiera en evidencia el fraude en sus pretendidas investigaciones descubierto por sus propios compañeros: llegó a realizar 50 publicaciones científicas en revistas indexadas -entre otras, la prestigiosa revista Science– con datos falsificados e incluso experimentos inventados.

El fraude científico en los trabajos de Stapel fue puesto en conocimiento de las autoridades académicas por tres jóvenes investigadores de su equipo de psicología que encontraron irregularidades en su modo de proceder: aunque al iniciar un estudio planificaba con sus colegas y alumnos la mejor forma de llevarlo a cabo, llegado el momento, él estaba a cargo de obtener los datos, en teoría gracias a la colaboración de centros con los que mantenía contactos. Lo cierto es que, como quedó demostrado, los experimentos, encuestas y todo lo acordado nunca se realizaban. En realidad, inventaba los datos que después se analizaban.

Sus alumnos descubrieron errores estadísticos clamorosos en el procesamiento de los datos, lo que dio lugar a una investigación en las universidades de Groningen y Tilburg. Stapel admitió que había manipulado sus datos y fabricado los resultados de la investigación y devolvió su doctorado.

  • Mark Hauser: La moral es una cualidad innata exclusivamente humana

Mark Hauser fue insigne profesor de la Universidad Harvard en los departamentos de Psicología, Biología Evolucionista y Antropología Biológica hasta que lo expulsaron. También fue director del laboratorio de Neurociencia Cognitiva de los Primates. Sus investigaciones se centraban en el estudio de la mente de los animales y humanos, pretendían resolver algunos de los misterios sobre evolución del lenguaje, representación conceptual, la cooperación social, la comunicación y la moralidad.

En una ocasión participó en el programa Redes de Televisión Española, donde explicaba a Eduard Punset de dónde procederían, según sus hipótesis, las principales fuentes de nuestros juicios morales. Según Hauser, emociones como la venganza, la compasión o el amor son conductas que han ayudado al ser humano a sobrevivir en comunidad, e incluso la moral sería una herramienta heredada biológicamente para consolidar una sociedad. Desde una perspectiva multidisciplinar que abarcaba la neurobiología, la psicología, la antropología y la lingüística, Hauser defendía la existencia de unos principios morales universales que rigen nuestras decisiones y juicios a la hora de distinguir el bien y el mal.

En el verano de 2007, mientras el científico Marc Hauser estaba en Australia, las autoridades de la Universidad de Harvard entraron en su laboratorio, incautando computadoras, cintas de video, manuscritos y notas inéditas. Hauser era popular entre los estudiantes y un prolífico investigador y autor, con más de 200 artículos y varios libros a su nombre. El que por entonces era su libro más reciente, Moral Minds (2006), trata sobre las bases biológicas de la moralidad humana.

Tres años después de la incautación de materiales del laboratorio de Hauser, el Boston Globe divulgó noticias de un comité secreto de investigación en Harvard que había encontrado a Hauser “el único responsable” de “ocho cargos de mala conducta científica“. Michael Smith, decano de Harvard de la Facultad de Artes y las Ciencias, confirmó la existencia de la investigación el 20 de agosto de 2010. Aunque las investigaciones fueron secretas, lo cierto es que le consideraban responsable de haber inventado resultados y coaccionado a algunos de sus alumnos para que modificaran sus datos hasta ajustarse a la tesis que él consideraba oportuno defender. Hauser declaró al New York Times, “reconozco que cometí algunos errores significativos”, y añadiendo que él “estaba profundamente arrepentido por los problemas este caso había causado a mis estudiantes, mis colegas y mi universidad». El 7 de julio de 2011 renunció a su cátedra.

  • Cyril Burt, la inteligencia es totalmente heredada y estable

Sir Cyril Burt fue considerado durante toda su vida uno de los grandes maestros de la Psicología en Inglaterra. Fue después de su muerte, acaecida en 1972 a los 88 años, cuando surgieron enconadas críticas contra sus resultados.
Los trabajos de C. Burt se orientaron hacia un aspecto especialmente controvertido de la psicología: la posible heredabilidad de las facultades intelectuales.

¿Se hereda la inteligencia o se adquiere y desarrolla a lo largo de la vida?

Las tesis de Burt constituyeron el principal argumento de los partidarios de la transmisión hereditaria de la inteligencia. Se basan en el estudio del cociente de inteligencia (C.I.) de los gemelos univitelinos separados, es decir, gemelos verdaderos que, por diversas razones, han sido educados por familias distintas. Dado que estos hermanos tienen exactamente los mismos genes, si los C.I. de cada pareja analizada resultaran similares, sería posible concluir que la educación en distintos ambientes no influye en las facultades intelectuales y por lo tanto, es un argumento de peso a favor del carácter hereditario de la inteligencia. Las conclusiones de todos los trabajos de Burt apuntalaban sus tesis: para él, los C.I. de los gemelos homocigóticos que viven separados eran muy próximos y, por lo tanto, la inteligencia sería, ante todo, hereditaria.

Parece ser que al final de su vida, Burt, anciano y sordo, no estaba ya en condiciones de efectuar las pruebas del C.I. en las distintas localidades del país donde se encontraban, separados, los gemelos univitelinos. Entonces publicaba sus trabajos con dos colaboradoras, Conway y Howard, quienes se suponía que realizaban las encuestas. Pero en 1976, Oliver Gillie, periodista del Sunday Times, de Londres, afirmó después de una extensa investigación que estas dos colaboradoras eran desconocidas en la Universidad de Londres, de la cual se consideraba que dependían aunque nadie recordaba haberlas visto nunca. Si esto era cierto, se podía deducir que la obra de Burt era un fraude y sus resultados inventados.

La alerta sobre la inexistencia de las “colaboradoras” de Burt condujo a numerosas análisis de sus trabajos, en los cuales se hallaron entonces datos estadísticos sospechosos anomalías. Por ejemplo, los gemelos verdaderos no son muy numerosos, por lo que Burt los fue localizando poco a poco a lo largo de su vida. Sin embargo, sus sucesivos artículos tratan sobre pares de gemelos cada vez más numerosos espaciados por largos períodos de tiempo: 15 pares en 1943, 21 pares en 1955, más de 30 en 1958 y 53 en 1966. Otro dato curioso es que el coeficiente de correlación entre los C.I. resulta ser, en todos las casos, exactamente el mismo con tres decimales siempre; algo bastante improbable cuando el tamaño de la muestra es tan pequeño.

El psicólogo norteamericano D.D. Dorffman, en el análisis estadístico detallado de una de las obras de Burt, “Inteligencia y movilidad social” publicado en 1978, demostró de forma muy clara que, sin duda alguna, Burt “fabricaba” sus resultados.

Finalmente, el psicólogo británico Leslie Hearnshaw, en un libro publicado en 1979, aportó la que se considera la prueba definitiva del fraude en las publicaciones científicas de Burt. Sucedió que la hermana de Cyril Burt había encargado en 1971 a este científico, también historiador de las ciencias, que escribiera la biografía de su hermano. En el curso de este trabajo, Hearnshaw tuvo ocasión de consultar la correspondencia de Burt y el diario personal que llevó durante toda su vida: allí encontró algunas observaciones que en su opinión constituían la confesión de sus fraudes.

No obstante, en este caso un libro publicado en 1991 por Ronald Fletcher sostiene que la acusación de fabricar datos que se formuló sobre Sir Cyril Burt no es cierta, y que las supuestas evidencias podrían ser interpretadas sólo como un trabajo hecho en forma descuidada, y no un fraude. Además, varios estudios independientes actuales dieron resultados similares a los de Burt. Según el autor de este libro, las acusaciones de fraude podrían ser un ataque de los partidarios de la influencia ambiental sobre los partidarios de la heredabilidad de la inteligencia, lo que mezcla componentes políticos relativos a la educación con los supuestos argumentos científicos. El libro concluye que Burt era excéntrico, a veces descuidado, pero es culpable de desidia más que de fraude. Cierto es que el propio libro de Fletcher podría ser acusado de lo mismo: un intento de los partidarios de la heredabilidad de la inteligencia de rehabilitar a su principal defensor, frente a los partidarios de la influencia ambiental.

De hecho, en 1994, J.P. Rushton publicó un artículo sobre C. Burt en la revista Society con el título «Victima de la trampa científica” (R. Colom, 2000).

Este último caso es una muestra de la complejidad inherente a los casos de investigación de fraude científico.Aún así, la lucha contra este tipo de problemática en la ciencia psicológica es tan difícil como estrictamente necesaria, puesto que

El derecho a buscar la verdad implica también un deber: uno no debe ocultar ninguna parte de lo que uno reconoce que es verdad
A. Einstein
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