Cómo el estrés perjudica el aprendizaje

 

Bruce McEwen, reputado neurocientífico americano, acuñó un término que parece salido directamente del manual de ingeniería de Star Treck: “alostasis”. Allo es una palabra griega equivalente a “variable”, stasis significa “situación de equilibrio”.

 

La alostasis alude al concepto global de que existen sistemas que ayudan a mantener estable el cuerpo, cambiándose ellos mismos. El sistema de estrés del cerebro humano, y sus múltiples e intrincados subsistemas, es uno de ellos. Entre los protagonistas de este sistema, se encuentran los glucocorticoides u hormonas del estrés, con el cortisol a la cabeza. Estas hormonas son generadas por las gándulas adrenales, (situadas en la zona superior de los riñones), cuando se sufre estrés prolongado o crónico pierden su función reequilibrante y el cerebro se inunda de ellas, especialmente el hipocampo, zona situada en el centro del cerebro profundamente involucrada en la memoria y muchos otros aspectos del aprendizaje humano.
El modelo generado por McEwen afirma que el estrés, por sí solo, no es dañino ni tóxico. Que llegue a ser perjudicial es resultado de una compleja interacción del mundo exterior con nuestra capacidad fisiológica para manejarlo. Lo denominó “carga alostática”.

“Yo lo conozco como la primera y única vez que oí soltar un taco a mi madre. Ella era maestra de cuarto curso de primaria. Se encontraba en su habitación corrigiendo exámenes, a la sazón revisando el de Kelly, una de sus alumnas favoritas, el sueño de cualquier maestro: desenvuelta socialmente, con muchísimos amigos, que había mostrado un rendimiento óptimo durante la primera mitad del año escolar. Sin embargo, en la segunda mitad del curso, mi madre percibió que algo iba muy mal en el momento que Kelly entró en clase después de las vacaciones de Navidad. Mantenía los ojos casi siempre bajos, y en unos días comenzó a pelearse, sus notas comenzaron a oscilar entre deficientes y suspensos, la enviaban con frecuencia al despacho del director por su comportamiento. Mi madre decidió averiguar la causa de aquel desastre. Se enteró de que, durante las Navidades, los padres de Kelly tomaron la decisión de divorciarse, y los conflictos familiares, soterrados hasta entonces, habían aflorado a la superficie. Cuando las cosas se desmoronaron en casa de Kelly, también lo hicieron en la escuela”.
“ Aquel día, al concederle a Kelly su tercer deficiente, mi madre exclamó:¡Maldita sea!¡La capacidad de Kelly de hacerlo bien en sus estudios no tiene nada que ver con lo que yo haga en clase!. Estaba describiendo la relación entre la vida en casa y la vida en la escuela, un vínculo que frecuentemente frustra a los maestros y que éstos conocen bien desde hace mucho tiempo. Resulta que uno de los máximos predictores de los resultados en la escuela se encuentra en la estabilidad emocional en el hogar”

Numerosos estudios han demostrado que los niños, de todas las edades, reaccionan a las discusiones de los adultos fisiológicamente: ritmo cardiaco acelerado, presión sanguínea alta, mayores niveles de hormona del estrés (cortisol) en la orina. Les supone un mayor esfuerzo regular sus emociones, calmarse a sí mismos y centrar su atención en otros. Están sometidos a una carga alostática, que si es sostenida en el tiempo puede causar estragos en los procesos cognitivos importantes para el rendimiento académico y el aprendizaje de competencias necesarias para su vida laboral posterior.

Sobre la prevención de los efectos para los hijos del estrés en el hogar, Jon Gottman, conocido investigador en conducta conyugal, ha trabajado durante años con parejas que estaban comenzando a formar una familia, observando que cuando inician su transición hacia la paternidad, las interacciones hostiles de las parejas se disparan. Las causas pueden ser muchas: desde la falta crónica de sueño hasta las mayores demandas del nuevo bebé. Para cuando el niño alcanza el año de edad, Gottman cuantificó que la satisfacción de la pareja ha caído en un 70%; en ese punto el riesgo de que la madre sufra depresión aumenta del 25% al 62% , así como se incrementa el riesgo de divorcio y el ambiente turbulento en la familia.

Estas observaciones alentaron a Gottman y su compañera Alyson Shapiro, a extender la exitosa terapia de intervención marital que habitualmente aplicaban a las parejas estables, al momento en que la mujer estaba embarazada, antes de que se abrieran las compuertas de la hostilidad y la depresión. ¿Qué ocurriría entonces con el sistema nervioso en desarrollo del pequeño? La investigación, desarrollada durante varios años, recibió el nombre “Bringing Baby Home”, consistiendo en exponer a las parejas que esperaban un hijo a intervenciones en terapia de pareja, tanto si su relación corría peligro como si no, para evaluar luego el desarrollo del niño. Gottman y Shapiro descubrieron que los niños que crecían en hogares intervenidos, no se parecían nada a los criados en grupos de control. Su sistema nervioso no se desarrollaba de la misma manera. Su comportamiento no pertenecía al mismo universo emocional. No lloraban tanto, tenían una conducta de cambio de atención más fuerte, y reaccionaban a los estresantes externos de una manera extraordinariamente estable. La conclusión: al estabilizar a los padres, Gottman y Shapiro demostraron en esta investigación que cambia no sólo la pareja, sino también el niño.

Adaptado deBrain Rules“(John Medina)

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