En este interesante vídeo, la escritora científica Annie Murphy Paul habla de una nueva investigación que demuestra lo mucho que aprendemos en el útero, desde la impronta de nuestra lengua nativa hasta los que pronto se convertirán en nuestros alimentos favoritos.
¿Qué madre no se ha sentido tentada de llevar a cabo la romántica práctica de someter a su hijo en el último trimestre de gestación a sesiones de ópera, de relajación o de ambas, con la esperanza de que su vástago nazca imbuido de una resistencia al estrés y un gusto por la lírica a prueba de bombas?
Sin embargo, a menudo los padres suelen comprobar con desilusión cómo, cuando el niño empieza a ser eso, un niño, con su propio temperamento y su forma particular de interactuar con el entorno que le rodea, parece “olvidar” algunos rasgos de esta hipotética impronta uterina. Es decir, es posible que, aunque haya oído a diario en el vientre materno música clásica, jamás se interese por ella a lo largo de su vida.
No obstante, la tesis expuesta por la autora se basa en que parece generalmente aceptada por la comunidad científica, por ejemplo, la respuesta diferenciada a la voz de la madre por parte de los recién nacidos como consecuencia de haberla estado “sintiendo” durante los nueve meses anteriores; o la impronta del gusto por determinados sabores que ya habrían percibido a través de los fluidos intrauterinos.
Por otro lado,parece más cuestionable una supuesta correlación entre hijos obesos y diabéticos de madres que padecieron hambruna durante la segunda Guerra Mundial; o de hijos con elevado nivel de estrés crónico,cuyas madres sufrieron un intenso estrés postraumático al haber vivido los atentados del 11-S en Nueva York.Ambos estudios no muestran que se haya tenido en cuenta (al menos en el vídeo no se habla de ello) la influencia que en los hijos, ya mayores cuando participaron en las investigaciones,haya podido tener el ambiente en que se hayan desarrollado y la educación recibida.
¿Sabemos con fiabilidad hasta qué punto los hijos de madres que padecieron condiciones extremas durante su embarazo se han encargado de procurar a sus hijos sobrecompensación (por ejemplo, abundancia en el caso de las que padecieron hambre) o educarles en valores que les incentivasen a compensar o conseguir lo que ellas no tuvieron?
¿Conocemos con alguna certeza si las madres que el 11S gestaban cuando sufrieron los atentados, no han podido transmitir con su actitud, implícita o explícita, a sus hijos ya nacidos, estrés crónico, en lugar de que éste se generase intrauterinamente aquel día?
Esta charla despierta la curiosidad sobre cómo los meses previos al nacimiento pueden moldear de alguna manera nuestras vidas